lunes, 6 de mayo de 2013

LA PARABOLA DEL BUEN SAMARITANO Lc 10,25-37

EL DESCENSO DE JERUSALÉN, EL HOMBRE MISERICORDIOSO
Lucas 10,25-37

Este gran texto, una joya del libro de la Segunda Alianza, es propio del evangelio de Lucas pero nuestro acercamiento a través de la Escritura nos irá mostrando que no lo podemos leer de manera aislada. Recordemos que todo texto remite siempre a otros que nos ayudan a mejor comprenderlo e interpretarlo.
Jesús responde a la insistencia del doctor de la ley de querer saber quién es su prójimo a través de una parábola que narra la tragedia de un hombre en su retorno de Jerusalén y que se dirige a Jericó.

Abramos el texto entrando en él versículo por versículo, como nos lo enseñan los maestros judíos, hay que ir lentamente y atentamente para descubrir la perla preciosa que muchas veces escapa a la vista.


 
Lc 19, 25 -37
 
Comentarios
 25 Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba:
-Maestro, ¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26 El le dijo: - ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
 
 
27 Respondió: - Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas  y con toda tu mente;  y a tu prójimo como a ti mismo.
 
 28 Entonces le dijo: - Bien has respondido. Haz eso y vivirás.
 
29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: -Y ¿quién es mi prójimo?
 
 
 
 
30 Jesús respondió:
 
Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.
32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.
 
 
33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;
34 y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.
35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: “Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”
 
 
 
 
 
36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?
 
 
 
 
 
37 El dijo: - El que practicó la misericordia con él.
 
 
 
 
 
Le  dijo Jesús: - Vete y haz tú lo mismo.
Si el texto inicia contándonos que un legista, que podía ser llamado también  maestro o doctor de la ley o escriba, se levantó de algún lugar v.25 es porque antes del diálogo entre Jesús y él, ya este último hacia parte del grupo de quienes escuchaban al Maestro. Luego entonces el legista es uno de los cercanos, un prójimo de Jesús y de su grupo.
El legista, un maestro, llama a Jesús maestro, se considera discípulo. Pero, entonces ¿Por qué  las traducciones dicen que pretendía ponerlo a prueba? Quizás porque aunque el verbo griego empleado hable de poner a prueba deberíamos más bien pensar en la manera como los maestros de Israel, los rabinos, estudiaban. Lo hacían a base de preguntas entablando discusiones sobre temas de la ley. Tanto la pregunta como la respuesta se remitía a un versículo de la Torah.
 
De aquí la respuesta de Jesús en el v.26:   Mira la Torah, ¿cómo la lees? ¿Qué escuchas tú cuando la lees? El legista es enviado a su propio saber.
 
La respuesta del legista es exactamente lo que Marcos y Mateo ponen en boca de Jesús. En Lucas es el propio maestro de la ley que responde a la manera de Jesús, es decir se conocían, sólo el grupo de Jesús aumenta al Shema Israel la parte de la mente, esto no lo trae el Deuteronomio (6,4). Y además une los dos mandamientos positivos, amar a Dios sobre todo y al prójimo como a uno mismo.  
 
Jesús, como habitualmente lo hacían los rabinos en sus discusiones rabínicas, retoma otro texto de la Torah para continuar la charla: Haz esto y vivirás, lo dice ya el Deuteronomio en 30,15.
 
Retomando la palabra el legista ahora coloca como tema de discusión el prójimo.
 
A lo que Jesús responde como era también habitual con un mashal, es decir con una parábola. La que llamamos del buen samaritano pero que también podríamos llamarla la del hombre prójimo.
 
Camino de Jerusalén a Jericó un hombre es atacado, pasan por allí los representantes del Templo: sacerdote y levita, conocedores de la  Escritura, pero quizás no muy buenos practicantes, el culto y el ritualismo puede más en ellos, mientras que un samaritano, un hombre que pertenece a un pueblo despreciado y considerado por el judaísmo oficial herético conoce la Escritura, es fiel a ella y la cumple. 
 
Pro 3,27-28; 11,12; 14,21; 21,10 Job 6,14; Sir 18,13; 29,14; 29,20
 
Este hombre tiene gestos que lo van mostrando como alguien muy especial, fiel a la Palabra de Dios, poseído por el Dios de la misericordia y muy humano. Si conoce a Dios el misericordioso y lo respeta se hace a su vez un misericordioso.
 
1.      Viene cerca del herido
2.      Se le conmueven las entrañas (Como a Dios Padre y a Jesús)
3.      Se acerca
4.      Cura sus heridas
5.      Le versa aceite y vino (Actúa como médico)
6.      Lo hace subir en su propia montura
7.      Lo lleva a una hospedería
8.      Tiene cuidado de él, no lo deja solo al cuidado del hospedero.
9.      Toma dos denarios de su dinero (lo equivalente a un gran festín para unas 25 personas)
10.  Retorna al lugar y reembolsa lo que queda debiendo 
 
El samaritano es un hombre de ojos atentos, que carga con el dolor del otro y se encarga de él hasta las últimas consecuencias.
Alguien más en la parábola se hace prójimo, y es el hospedero, que acepta todo sin discutir, incluso que le queden debiendo.
 
Al final del mashal viene la pregunta clave, ¿Quién se mostro prójimo? El prójimo no es el otro soy yo que me hago prójimo, cercano o cercana de los otros. Lo normal es pensar como los israelitas que el prójimo es el connacional, solemos decir que el otro es mi prójimo, pero Jesús cambia la perspectiva:
Yo soy el que debe ser prójimo del otro.
 
En la respuesta del legista su conclusión es magnífica, el prójimo es el que practica la misericordia, el que se hace misericordioso, el verdadero creyente y cumplidor de la Palabra:
 
Sean misericordiosos como yo soy misericordioso Lc 6,36.
 
El punto final lo coloca Jesús retomando el Deuteronomio:
Ve y haz lo mismo.

Diríamos que el centro de esta discusión rabínica entre dos maestros, no es tanto sobre las obras de caridad, ellas son consecuencias de la fe. Fe y obras van unidas. El centro es la misma Palabra y su acción en mí. Si yo conozco el Shema Israel y lo repito a diario y rindo culto al Dios de la misericordia no me queda otro camino que ser coherente con lo que pronuncio.
Amar al Señor mi Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente es ser prójimo para todo hombre y toda mujer a quienes la vida ha maltratado.

“Haz esto y vivirás”.

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