lunes, 6 de mayo de 2013

ENTRE PASCUA Y PENTECOSTES... RESPIRANDO


Creados por la respiración de Dios.
 
 
Desde el inicio de la creación, en el libro del Génesis, hasta el Amén del Apocalipsis, el hombre es presentado como un ser espiritual. Nació del soplo de Dios de la respiración divina y está llamado a decir Amén, a unificarse. Amen viene del hebreo Emuna que significa estar convencido de algo, estar en pie, creer, tener fe.

El génesis nos dice que Dios respira en nosotros, somos creados por su exhalación:

Y entonces el Señor Dios modeló al ser humano con arcilla del suelo,
soplo en su nariz aliento de vida
y el ser humano se convirtió en un ser vivo. Gn 2,7

 
Ciertamente somos habitados por el soplo divino

Un hombre o una mujer que respira a Dios, que lo inhala y lo exhala es un ser integrado, feliz y pleno.  Dios corre como el oxigeno por su ser. No hay nada más sorprendente que ver una persona plenamente feliz, una persona integrada, unificada.

Vendría la pregunta, ¿cómo lograrlo?

El secreto está en el libro, la Escritura Sagrada,  que quizás muchos piensan es el menos místico, el menos indicado para abrirse a un Dios que solo desea vernos y sentirnos felices. Dios quiere que respiremos y que nos movamos en él como dice Pablo:
 
Porque Dios no está lejos de ninguno de nosotros,
ya que en él vivimos, y nos movemos y existimos…
somos también de su raza. Hch 17,27-28
 
Ciertamente hay soplo en el hombre
y el soplo del Todopoderoso lo hace discernienteJob 32,8
 
 El soplo de Dios me hizo, el aliento del Todopoderoso me dio vida. Job 33,4

Que todo cuanto vive y respira alabe al Señor
El libro de los Salmos termina con una invitación universal a alabar al Señor, con nuestra respiración. La creación entera se une en una sola respiración.
Todo ser que respira labe al Señor. Sal 150,6
 
La iglesia nace de la respiración de Jesús
 
Al decirles esto, sopló sobre ellos
y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Jn 20,22
La respiración sirve de soporte y de símbolo espiritual a la oración. “El  Nombre de Jesús es un perfume que se expande” (Ct 1,4) y que se ama respirar. El soplo de Jesús es espiritual, cura, arroja el mal fuera, comunica el Espíritu Santo .
El Espíritu Santo es soplo divino, espiración de amor en el seno del misterio trinitario. La respiración de Jesús va unida a la respiracion del Padre.
Jesús exhaló en sus discípulos y les dio el Espíritu Santo. No cabe duda que, cuando Juan se expresaba así, estaba recordando el texto del Génesis 2,7. Es la misma alegoría que vio Ezequiel en el valle de los huesos secos y muertos, cuando oyó a Dios decirle al viento-espíritu:
 
 “¡Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que vivan!” Ez 37,9.
 
Respiremos …

Prepararnos a vivir un nuevo Pencostés, es prepararnos a celebrar  la fiesta de un Dios que respira, es la fiesta de un Dios que a través de nuestra respiración, de todos los días, nos abre a su soplo, al soplo de la acogida del Otro, de los otros y de lo otro. Necesitamos respirar , oxigenarnos para estar dispuestas al encuentro de nuestros hermanos.
 
Necesitamos respirar mentalmente, corporalmente, socialmente y espiritualmente. Tomémonos unos cuantos minutos, sentados en algún lugar, a solas y hagamos el ejercicio de respirar.
Inhalando me abro para que Dios entre en mi, habite mi cuerpo, baje hasta mi vientre, me regenere. Exhalando permito que aquello que no es oxígeno divino salga de mi.
¿Necesito respirar más a menudo a Dios?
¿Qué tendría que exhalar  de mi existencia?
Respiro para estar mejor conmigo mismo, con los otros y con la creación entera.
¿Qué significa en mi cotidianidad respirar a Dios?
 
Oremos...
 

Envía Señor tu Espíritu sobre mí
             
Ahora que el tiempo parece detenido, ahora que tú presencia es más palpable,
Ahora que deseo respirar a solas y en silencio.
Ahora que mi ser desea y anhela, ahora que me veo necesitado,
Yo te pido al estilo humano:
 
Respira sobre mi aridez, sobre mi fragilidad, sobre mis miedos,
Sobre mi pobreza, sobre mi cansancio,
Sobre mis contradicciones, sobre mis luchas.
Respira sobre mi impaciencia, sobre mis ansias insaciables,
Sobre mi falta de fe…

Respira Señor Dios en mi, sobre mis alegrías,  sobre mi esperanza,
Sobre mi trabajo, sobre mis proyectos.
Sobre mi familia, sobre mi campo arado, sobre mis flores compartidas,
Sobre mis ansias de cambio, sobre mis semillas de vida.

Envía, Señor tu espíritu, tu soplo, tu respiración
Que cubra con su sombra todo lo que soy y tengo.
Que queme mis despropósitos y riegue lo que es brote de tus dones.
 
Envía, Señor tu Espíritu. Amén.
 
 



 

 

 

LA PARABOLA DEL BUEN SAMARITANO Lc 10,25-37

EL DESCENSO DE JERUSALÉN, EL HOMBRE MISERICORDIOSO
Lucas 10,25-37

Este gran texto, una joya del libro de la Segunda Alianza, es propio del evangelio de Lucas pero nuestro acercamiento a través de la Escritura nos irá mostrando que no lo podemos leer de manera aislada. Recordemos que todo texto remite siempre a otros que nos ayudan a mejor comprenderlo e interpretarlo.
Jesús responde a la insistencia del doctor de la ley de querer saber quién es su prójimo a través de una parábola que narra la tragedia de un hombre en su retorno de Jerusalén y que se dirige a Jericó.

Abramos el texto entrando en él versículo por versículo, como nos lo enseñan los maestros judíos, hay que ir lentamente y atentamente para descubrir la perla preciosa que muchas veces escapa a la vista.