Todos necesitamos tiempo para sanarnos, tiempo para recuperar fuerzas,
tiempo para entrar en nuestro interior y encontrarnos con nosotros mismos.
A este tiempo lo llamamos retiro, silencio y soledad.
¿Y si hoy lo llamáramos
tiempo de sanación, tiempo de cura?
Pero ahora, retorna a mí de todo corazón …
Rasga tu corazón y no las vestiduras,
retorna al Señor tu Dios
que es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso…
Joel 2,12-13
Joel 2,12-13
Podríamos emplear también el concepto de cuarentena, que es la acción de aislar o apartar a personas, animales u objetos durante un período, para evitar o limitar el riesgo de que extiendan una determinada enfermedad contagiosa.
Entrar en cuarentena es, entonces, darnos un tiempo para ver qué nos aqueja, qué nos enferma y procurarnos medios para sanarnos y así poder estar junto a los otros y a su servicio.
La Escritura nos brinda ejemplos de amigos de Dios que pasaron por una cuarentena para sanarse espiritualmente y luego ser de nuevo introducidos en medio de la comunidad. Tomemos dos casos relevantes:
Myriam, la hermana de Moisés y de Aarón en Nm 12
Y Pablo en Gal 1,11-17
Myriam y Pablo, una mujer y un hombre, ella de la Primera Alianza y él de la Segunda Alianza, ambos personas influyentes en sus comunidades y buscadores de Dios. Llegan en un momento de su existencia a desviarse del camino.
Por ello necesitan alejarse y hacer lo que el judaísmo llama Techuvah, retorno a si mismos para encontrarse con ellos mismos, ver en qué punto están de su vocación y en qué han fallado con relación a la comunidad. Este encuentro con ellos mismos los lleva a encontrarse con el Señor.
Para Myriam es una imposición de la comunidad, para Pablo es una decisión personal. Pero ambos responden a este llamado y son sanados. Sólo después de este tiempo, de esta cuarentena, que puede durar menos o más días, según el caso de cada uno, pues para Myriam son siete días y para Pablo tres años, cada uno de ellos se reintegra a la comunidad.
La liturgia de la Palabra del Miércoles de ceniza, en Mateo 6, con la cual abrimos el tiempo de Cuaresma, nos ofrece una serie de herramientas para vivir nuestra CUARENTENA INTERIOR.
1. La limosna Mt 6, 2-4
2. La oración Mt 6, 5-7
3. El ayuno Mt 6, 16-18
Tres medios, o podrimos decir curas, para fortalecernos interiormente y alejar los virus y las enfermedades contagiosas que muchas veces nos impiden vivir en comunidad.
Estas tres herramientas de la vida interior en la Biblia tienen como único objetivo el ayudarnos a desapegarnos, a soltarnos de los que nos ata y nos hace pesada la existencia propia y nos hace hacérsela pesada a otros.
El apego nos hace sufrir inútilmente, quizás nos da seguridad pero al final nos enceguece. Vivimos apegados a nosotros mismos, a nuestras ideas, a personas y a cosas que nos roban energías y ganas de vivir. Los apegos obnubilan y destruyen. Nos vuelven egocéntricos e incapaces de relacionarnos sanamente con nosotros mismos, con Dios, con los otros y con lo otro.
1. La limosna
La limosna es desprendimiento, en la Biblia es llamada obra de justicia, de rectitud y de piedad. Denota además la virtud de caridad o una caridad especifica hacia el otro. La necesidad de ayudar al necesitado es un mandamiento y es el amor el que la motiva pues es benevolencia. Espiritualmente es una ayuda hacia el otro pero mucho más una ayuda para quien la da, pues invita al desapego, a desasirse, a desprenderse, a soltar. Es una ayuda par que quienes más tienen sientan que es un deber el no atesorar, el no guardar para sí lo que en justicia pertenece a otro que lo necesita.
2. la Oración
Tiempo de encuentro sosegado con el Señor. La base de la oración personal es la certeza de que podemos comunicarnos con nuestro creador, un Dios cercano que se deja buscar y encontrar.
La oración es un medio que también lleva al desapego, a la liberación del ego, pues a través de ella sabemos que somos lo que somos por la gracia de Dios como lo decía san Pablo. En la oración tal como nos invita Jesús el centro lo ocupa el Padre con quien conversamos, nos situamos como hijos y consecuentemente como hermanos de los demás.
3. El ayuno
Es una manera de conectarnos con Dios. Es un desapego de algo material que nos lleve a sentir necesidad de Dios. El propósito del ayuno es el arrepentimiento que, si es verdadero, nos lleva a cambiar nuestras acciones. La Escritura combina lo spiritual con lo físico. Los judíos no rechazan lo físico en favor de lo espiritual, sino que reconocen la oportunidad de vivir una existencia física para ejercitar y reforzar la espiritualidad. En este mundo, lo físico y lo espiritual están intrínsecamente entrelazados y debemos utilizar a ambos para posibilitar nuestro máximo crecimiento y cumplir con nuestra razón de ser.
Sentir hambre en un nivel físico nos ayuda a acceder al concepto de “deseo” y “necesidad” en un nivel espiritual. Cuando esta herramienta es utilizada, en lugar de ignorada, puede estimular nuestro arrepentimiento. Ayunar también puede ayudarnos a superar el apego, pues se genera una sensación de pérdida y de vulnerabilidad que nos ayuda a ser humildes y a crear sanas relaciones con la comida, las cosas y las personas.
PARA REFLEXIONAR
La Iglesia nos ofrece este tiempo de Cuaresma como tiempo privilegiado de retorno al Señor. ¿Veo la necesidad de aprovecharlo como una cuarentena y hacer una cura espiritual?
¿Veo oportuno el revisar mis apegos y el aprovechar los medios que la palabra me ofrece para avanzar en mi vida espiritual?
¿Como comunidad en que deberíamos insistir en esta Cuaresma?
Que el Santo Espiritu...siga llenando de sabiduria su corazòn.... bendiciones.
ResponderEliminarHermana, gracias por su reflexión e iluminación bíblica, que fortalece nuestras practicas de cuaresma dándoles un sentido sanador que nos acerca más al corazón de Dios. Un abrazo fraterno. Dios la bendiga.
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