Existe una Escritura leída desde afuera en la que vemos la historia de la humanidad, del Adam, hombres y mujeres tejiendo existencia. Leyendo con atención descubrimos en ella algo de femenino y si ahondamos con ojos más profundos, con ojos intuitivos, leemos en ella palabras de mujer plenas de sabiduría insondable, belleza y luz.
Dicen los Proverbios que “Una mujer de valor es la corona de su marido” Pr 12,4. Como una corona está arriba de la cabeza y más allá de ella; de la misma manera la luz interna de lo femenino es de una calidad esencial, de un lugar que la mente no puede tocar.
Dicen los Proverbios que “Una mujer de valor es la corona de su marido” Pr 12,4. Como una corona está arriba de la cabeza y más allá de ella; de la misma manera la luz interna de lo femenino es de una calidad esencial, de un lugar que la mente no puede tocar.
Dice el Midrash del Éxodo 19,4 que cuando Dios dijo a Moisés “Habla a la casa de Jacob y diles…” se estaba refiriendo a las mujeres, ellas son las columnas de la casa de Jacob y quienes sostienen las reglas. Cuando dice habla a los hijos de Israel se refiere a los hombres.
Las reglas y bases constituyen la esencia de la Torah. De la misma forma fue el orden en la entrega de los Diez Mandamientos. Los dos primeros: Yo Soy el Señor y No tendrás otros dioses. Son el núcleo esencial de la Torah. El primero es la raíz de los 248 preceptos positivos “de hacer” y el segundo de los 365 negativos de “no hacer”.
Así también las mujeres recibieron la esencia de la Torah. A ellas les fueron entregadas las reglas fundamentales y bases de la misma, mientras que a los hombres se les entregaron los detalles que constituyen un nivel inferior. Resulta entonces que la Torah destaca la virtud de la mujer en lo que respecta a la entrega de la Torah.
La mujer nace del deseo de Dios de crear un ser precioso. La creo inteligente y delicada. Por ello la esencia del linaje judío está ligado a ella, solo se es judío por madre. Así ella tiene una misión relevante en la historia de salvación: preparar la llegada del Mesías.
La Escritura es congénita a la mujer, tanto que por ello dicen algunos sabios judíos ella esta dispensada de su estudio, según la interpretación del Talmud cuando dice que: “Enseña [la Torah] a tus hijos (Dvarim, 11:19) y no a tus hijas” (Kedoshim, 29).
Según los sabios esto es más una ventaja que una desventaja. Así como no necesitamos aprender a comer o a respirar las mujeres están aptas para profundizar en la Escritura sin necesidad de mucho estudio. Sin embargo son pocas las que lo saben y han desarrollado esta capacidad. La Torah se encuentra impregnada en el espíritu de la mujer en forma natural, instintiva e intuitiva.
La Torah no es cuestión de saber, de intelecto sino de vida, de experiencia divina. Así las mujeres que estudian la Escritura no lo hacen por obligación sino por pasión. En respuesta a su propia vocación.
El judaísmo ve y reconoce en la Torah el corazón de su pueblo. Dos palabras marcan el comienzo y el final de la Torah, los cinco rollos del Pentateuco, tyviÞarEB. Bereshit, abre el Génesis y lae(r"f.yI Yisrael termina el Deuteronomio.
Los maestros judíos han visto en la unión de la última letra y la primera una nueva palabra bl, lev, que traduce corazón. De aquí que cada vez que un creyente abre el rollo de la Torah su corazón debe disponerse para dejar que la Palabra de Dios lo habite.
La Torah se lee con el corazón por eso cada Shabat, en la Sinagoga, la lectura de la Torah se abre y se cierra con una bendición donde se habla de la vida interior:
Para abrir la lectura: Bendito eres Tú, Eterno, Dios nuestro, Soberano del universo, que nos ha escogido, de entre todas las naciones y nos ha entregado su Torah. Bendito eres Tú, Eterno Donador de la Torah.
Para cerrar la lectura: Bendito eres Tú, Eterno, Dios nuestro, Soberano del universo que nos ha entregado su Torah, (askhenazim omiten: una Torah de verdad) y ha implantado en nuestro interior la vida eterna. Bendito eres Tú, Eterno, Donador de la Torah[1].
Retomemos el significado amplio de Torah en el judaísmo. A menudo nos referimos a ella para hablar de los cinco primeros rollos de la Biblia, el Pentateuco, y eso es correcto. Otras veces empleamos la palabra como sinónimo de Ley, que también es apropiado, pues ella dice como se debe actuar. Pero podríamos ampliar su cobertura y referirnos en un sentido más amplio a la Escritura y a su incidencia en el acontecer de un pueblo. La Torah para el judaísmo va más allá del texto escrito. Ella es especulación abstracta, lógica y razón, compromiso afectivo, reglas de conducta, pero sobre todo lugar de encuentro con el Creador, donde él se manifiesta como el Dios de su pueblo y este pueblo lo reconoce como su Dios.
Las palabras del Pirkéi Avot 1,15 colocan el estudio de la Torah en el centro de la vida del judío: “Decía Shamái: Fija un tiempo regular para el estudio de la Torah. Di poco, pero haz mucho. Recibe a todos con maneras amables”[2].
La Torah expresa la voluntad profunda del Creador: la finalidad el mundo, las vías y los medios de llegar, las diversas relaciones que unen los mundos a Dios, todas las cosas que se revelan tomando forma concretamente, tanto físicamente como espiritualmente, en nuestro mundo. La Torah constituye el plano espiritual del universo.
No es una carta estática, sino más bien un plan dinámico del mundo (…) Una de las funciones de la Torah es la de establecer una relación intelectual y afectiva con el mundo, una relación de asociación con el Creador[3].
Entrar en el universo de la Palabra de Dios es apasionante, existe un texto de la tradición rabínica antigua sobre la Torah que habla metafóricamente del enamoramiento de la Palabra. Este texto habla ya de la Lectio Divina, que más tarde, en 1330, será codificada por la tradición monástica. El texto dice que la Torah revela una palabra que emerge un poco de su velo y luego se esconde de nuevo. Ella actúa solamente así para aquellos que la conocen y la obedecen.
Así es la Palabra de la Torah que se revela ella misma a su bien amado. La Torah sabe que aquel que es sabio en su corazón frecuenta su casa. ¿Qué hace ella entonces? Desde el interior de su palacio le revela su rostro, su belleza y luego regresa con celeridad a su habitación y se encierra de nuevo. Quienes están presentes no ven y no captan nada, solamente el enamorado puede verla y es atraído hacia ella con el corazón, el alma y todo su ser. Así la Torah revela y al mismo tiempo esconde su ser y arde de amor por su amado, mientras suscita deseo en él.
¡Ven y verás la vía de la Escritura! Al comienzo cuando ella quiere mostrarse a alguien, ella ofrece solamente un signo instantáneo, si él no lo comprende ella insiste sutilmente, envía un mensaje casi imperceptible: Quien es sencillo, que venga a mí, le dice, y quiere que lo entienda. Quien desde el inicio es sordo termina cerrándose a ella. Cuando el enamorado de la Torah llega a ella comienza a recibir palabras más claras detrás del velo y dejándose educar va comprendiendo hasta el momento en que nazca en él la intuición espiritual, solamente entonces a través un halo de luz la Palabra transmite su mensaje alegórico. Y únicamente cuando ha tomado familiaridad con la amada, ella deja ver su verdadero rostro, cara a cara le habla de los misterios y de todas las vías a seguir.
Un enamorado de la Palabra de esta envergadura es llamado perfecto y maestro es como decir esposo de la Torah a quien ella no esconde nada. Ella le dice: ¿Ves cuántos misterios contenían esos signos que te hacia el primer día y cuál es su significación?
Entonces él comprende que la Palabra no puede ser cortada ni aumentada y encuentra por la primera vez el significado de la Torah como si ella estuviera delante de él. Palabra de la que ni una silaba, ni una letra puede ser quitada ni aumentada.
Si soy preciosa para ti y tus hermanos me tienes que difundir, darme a manos llenas, liberalmente. Es decir, la Iglesia como la sinagoga está llamada a transmitirla, recordando que no se puede pretender darla a los otros si antes no se entra en la profundidad de su riqueza; es imposible desear que ella sea un tesoro para los otros si no lo es antes para quien la predica.
¿Pero cómo hacer para que ella se abra a nosotros? Solo hay un camino: actuar como el enamorado... ella dice: Ven hacia mí, pero para ello ábreme un lugar en ti, así sea tan solo una pequeña puerta en tu corazón, tan pequeña como la punta de una aguja, y yo te abriré una puerta tan grande como el pórtico del Templo. Es posible entrar en la Palabra, descubrirla, dejarse impregnar de ella, dejar que ella nutra. Basta querer ir hacia ella, amarla, desearla y anhelarla, entonces la Palabra se quitará su velo y se se mostrará en su grandeza.
El amor y el gusto por la Escritura no es algo que, en el judaísmo, haga parte de un adoctrinamiento; no es, como acontece muchas veces entre nosotros cristianos, algo que se aprende fuera del hogar, en la escuela parroquial o en la catequesis. Es ante todo un deber familiar, se nace y se crece en el respeto y amor hacia la Torah.
El gran Rabino Moisés ben Maimón, conocido como Maimónides, en su célebre tratado Mishné Torah, especialmente redactado para quienes habiendo leído la Torah escrita fácilmente la lleven a su aplicación sin necesidad de pasar por otros textos, como el Talmud, difíciles de estudiar y de comprender por las gentes sencillas, escribe en la primera sección acerca del estudio de la Torah:
Entre los grandes sabios de Israel hubo leñadores, aguateros y ciegos; sin embargo, se dedicaban al estudio de la Torah día y noche, y se cuentan entre quienes transmitieron la tradición en la línea directa de Moisés.
¿Hasta cuando está un hombre obligado a estudiar la Torah? Hasta el día de su muerte, pues está escrito: “No se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida” (Deuteronomio IV, 9), y siempre que se deja de estudiar, se olvida[4].
La Torah es el libro favorito de niños y adolescentes, y el libro por excelencia de los adultos. Se la lee una y otra vez, cada año, se termina y se vuelve a comenzar. Se aprende con la mente, moaj, y con el corazón, lev. De aquí que la Torah sea en los hogares el material perfecto para iniciar a los niños con todo su corazón, su alma, sus fuerzas y su mente.
Cada año, los niños pequeños, así como todo estudiante de cualquier edad, llevan a sus encuentros con la Torah, en la escuela o la Sinagoga, las experiencias de todo el año. El texto es el mismo pero el niño es diferente cada año, por eso la comprensión que él tiene del texto varia. Desde pequeño se inicia un encuentro íntimo con la Torah que hace que se cree una relación de dependencia entre el judío y la Escritura.
Algunos pedagogos judíos sugieren que para ayudar a crear la conciencia de la importancia del estudio se deben buscar algunas herramientas didácticas y vivenciales.
El estudio, la adquisición de conocimientos y todo lo que trae aparejado, es dulce, como la miel es dulce. Los niños pequeños son pensadores concretos, por eso se les debe presentar las cosas en forma concreta.
Como introducción a la dulzura del estudio, sugieren colocar gotas de miel en las páginas de un libro y dárselo a los niños. Invitarlos a lamer la miel de la página de un libro con texto en hebreo, preferiblemente, o algo tan sencillo como una tarjeta con el nombre de cada niño escrito en hebreo.
Sugieren celebrar el día del inicio del proceso de aprendizaje comunitario con música, risas y la pegajosidad de la miel. Aprender es dulce. Los niños pequeños judíos vienen descubriendo esto desde hace varias generaciones. No solo celebran el aprendizaje, sino también la importancia del texto. La Torah es el origen de muchos conceptos y valores esenciales para el desarrollo de la identidad judía. Entre estos conceptos y valores al niño se le recalcan los siguientes:
Dios creó el mundo entero y todo lo que hay en él. Somos socios de Dios en el cuidado del planeta y de todas las cosas vivas. Somos responsables de ayudar y cuidar a los demás. La Torah es la historia del pueblo judío y todo el pueblo judío es una sola familia. Las personas pueden aprender y crecer, aunque cometan errores. Dios descansó en Shabat, por eso descansamos en Shabat y lo celebramos. La tierra de Israel es la patria judía, y nuestro lugar especial. La oración es una manera de hablar con Dios, tanto en forma individual como en grupo[5].
La fiesta de Simja Torah, alegría de la Torah, es la festividad que concluye las celebraciones del periodo de Sucot, cabañas, y que tiene lugar el día 22 del mes de Tishrei. En esta fiesta donde se canta y danza alrededor del rollo de la Torah los niños ocupan un lugar especial. Así la tradición de hacer de la Torah el corazón del pueblo judío continua perpetuándose[6].
El Pirke Avot, literalmente: Los capítulos de los Avot, nuestros padres, contiene la enseñanza de los sabios y maestros de Israel. Este tratado que hace parte del Talmud y se encuentra en la cuarta parte u Orden, de las seis en que está dividido. En el capítulo 6, del tratado, en la quinta Mishnah, los maestros de Israel discuten sobre la grandeza de la Torah, más grande que el sacerdocio y el reinado. Hablan de la adquisición de la Torah mediante cuarenta y ocho cosas:
El estudio, la atención del oído, la articulación de los labios, la intuición del corazón, la reflexión del corazón, el miedo, la reverencia, la humildad, la alegría, la pureza, el servicio a los sabios, la selección de los compañeros, la dialéctica de los discípulos, el asentamiento, la escritura de la Mishnah, la moderación de los negocios, la moderación en el arte mundano, la moderación en los placeres, la moderación en el sueño, la moderación en la conversación, la moderación en la risa, la paciencia, el buen corazón, la fe de los sabios, la aceptación de las contrariedades.
La Torah descubre sus secretos a los humildes y a los sencillos, a quienes sin arrogancia la abren y se dejan cautivar por ella. Maimónides lo decía comparando la Torah al agua:
Las palabras de la Tora han sido comparadas con el agua, pues está escrito: “¡Oh, todos los sedientos, acudid al agua!” (Isaías LV, 1).
Queriendo significar que, al igual que el agua nunca permanece en los lugares altos sino que se desliza y se acumula en los lugares bajos, las palabras de la Torah no se encuentra en los arrogantes ni en el corazón de los soberbios, sino en los modestos y humildes, que se revuelcan en el polvo a los pies de los sabios estudiosos, quitan de su corazón los apetitos y placeres temporales y trabajan en su oficio todos los días lo suficiente para vivir – si en caso de no hacerlo no tendrían de comer – para dedicarse a la Torah el resto de sus días y de sus noche[7].
[1] La Torá con Rashí. El Pentateuco con el comentario de Rabí Shelomó Itzjakí (Rashí). Tomo Bereshit. xvii.
[3] Steinsaltz, Adin. La rose aux treize pétales. Introduction à la Cabbale et au judaïsme. 101-104.
[5] Cfr. Rivka, B., Floreva C., y Musnikow, R. First Steps in Learning Torah with Young Children. Nueva York: Board of Jewish Education of Greater New York. 1993.
[6] Cfr. Newman, Yacob, y Sivan, Gabriel. Judaísmo A-Z. Léxico ilustrado de términos y conceptos, 243-245.
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