¡SOMOS SERES ESPIRITUALES!
ES NUESTRA PRIMERA VOCACIÓN
Desde las
primeras páginas de este libro tan maravilloso que llamamos biblia, del que yo
diría que es una palabra que puede ser leída como un acróstico entramos en un universo en el que Dios nos invita a la plenitud.
Pues la Biblia es un
libro de:
bendición como B
inteligencia como I
bondad como B
libertad como L
integración como I
armonía como A
B como bendición, esto es lo que cada página, cada
libro, nos va presentando: un Dios que bendice su creación, que bendice al
Adam, hombre y mujer, que bendice su pueblo, que bendice a sus elegidos.
I como inteligencia: solo se entra
en ella con la inteligencia que da el corazón, es un libro sagrado que pide ser
leído con suma atención, con delicadeza, con apertura a otro universo que se
nos es dado en sus páginas.
B como bondad: atravesar las páginas de la Biblia es
brindarse la oportunidad de ir al encuentro del bondadoso, del Dios que viene
hacia nosotros con su bondad.
L como libertad: la Escritura va conduciendo al
creyente a la búsqueda de su propia libertad como ser dotado de capacidad para
decidir su propio destino.
I como integración: la Escritura más que contarnos
historias nos narra nuestra propia historia en búsqueda de integración, Dios es
Uno y como él estamos llamados a unificarnos.
A como armonía: es el fin último de la
Escritura, acompañar al creyente en su camino de plenitud, de armonía de su
ser.
Desde el inicio
de la creación, en el libro del Génesis, hasta el Amen del Apocalipsis, el
hombre es presentado como un ser espiritual. Nació del soplo de Dios de la
respiración divina y está llamado a unificarse a decir Amen, a integrarse. Amen
viene del hebreo Emuna que significa estar convencido de algo, estar e pie,
creer, tener fe.
Un hombre o una
mujer que respira a Dios, que lo inhala y lo exhala es un ser integrado, feliz
y pleno. No hay nada más sorprendente
que ver una persona plenamente feliz, una persona integrada, unificada. Y el
secreto está en el libro que quizás muchos piensan es el menos místico, el
menos indicado para abrirse a un Dios que solo desea vernos y sentirnos
felices.
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