El Padre Nuestro, la Oración
del Señor, es la oración que evidentemente todos los cristianos privilegiamos.
Pero recordemos que jamás la pronunciamos litúrgicamente sin preparación.
En nuestro rito latino la
introducimos diciendo: “fieles a la
recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a
decir: Padre Nuestro…”
En el rito ortodoxo se
introduce diciendo: “Haznos dignos,
Señor, de tener la audacia en la alegría y sin la presunción, de llamarte
Padre. Oh Dios de los cielos, y de decirte: Padre Nuestro…”.
Es una oración tan grande que
exige atención y coherencia de corazón y labios. Preguntémonos si cada vez que
la repetimos somos conscientes de lo que nuestra boca pronuncia.
Un
padre en los cielos
Jesús nos invita a orar a
partir de una certeza: somos hijos de un
Padre común y por tanto hermanos. Esta oración muestra la relación con Dios
que Jesús propone a sus seguidores. Quien ora es como un niño lleno de
confianza que habla a su padre.
Si nuestro Padre está en los
cielos, tomando la palabra cielos no como un lugar sino como una dimensión de
santidad, podemos afirmar que como hijos estamos llamados a ser santos como El.
Pues como dice San Pablo ¡Somos de su raza! (Hch 17,29)
Esta es una oración mesiánica,
que solo Jesús en su tiempo podía haber hecho. Es lo más personal que tenemos
de Jesús. Sus anhelos y aspiraciones son inmortalizados allí, y el espíritu que
hará realidad esa oración ha realizado milagros en los corazones de los
hombres. Gottlieb Klein,
rabino de Estocolmo
Si tomamos el Padre Nuestro como
lo presenta Mateo encontramos que lo podemos dividir en siete partes. La
oración que Jesús nos ofrece responde a los requisitos que su época exigía:
· Debía
contener siete peticiones
· Debía
tener una estructura tripartita: alabanza, petición y ofrecimiento de gratitud
·
Las
oraciones siempre se tenían que ofrecer en plural.
Introducción: Padre Nuestro
1. Tu Nombre sea santificado
2.
Tu
Reino venga
3.
Tu
voluntad sea hecha en cielo como en tierra
4. El
pan de cada día dánoslo hoy
5.
Perdón de nuestras deudas como perdonamos a los deudores
6. No nos lleves a la
tentación
7. Líbranos del Maligno
Conclusión: Porque tuyo es el
reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén.
Una
manera de leer y meditar la Oración del Señor:
¿Y si leyéramos y meditáramos
el Padre Nuestro por parejas entre las alabanzas y las peticiones? Quizás lo oraríamos de manera diferente. Hagamos
el intento:
Tu
Nombre y líbranos del maligno:
Proclamar el Nombre de Dios Padre, es estar convencidos del poder de su Nombre
que libera de todo mal. el maligno es quien engendra el mal. Es en el Nombre de Dios que los grandes portentos se
han realizado, en su Nombre Jesús hacia signos
y prodigios. En su Nombre siente que puede superar la hora fatal:
“Ahora mi espíritu está
agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este trance? No; que para
eso he llegado a este trance. Padre, da gloria a tu Nombre” Jn 12,28.
Tu
Reino y pedir a Dios que no nos deje caer en la tentación: es proclamar que el Reino de
Dios Padre es un Reino en el que el tentador no tiene lugar. En el que la salud
y la salvación del hombre se hacen realidad:
Jesús recorría toda la Galilea
enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando
entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias. Mt 4,23
Tu
Voluntad y el perdonar las deudas:
es proclamar que la voluntad de Dios Padre es la de la armonía, la concordia y
la paz. La voluntad de Dios es
perdonarnos siempre así como nosotros, sus hijos, estamos llamados a perdonar
las deudas de los otros. Las deudas dicen más que las ofensas, las deudas no se olvidan, sabemos a quien debemos y quien nos debe, las ofensas muchas veces pasan inconscientemente.
¿No tenias tú que tener
compasión de tu compañero como yo la tengo contigo? Mt 18,33
El Pan nuestro de cada día dánoslo hoy.
El pan se refiere al maná que
caía cada día para cada día. Afirmamos nuestra dependencia total de Dios Padre,
pues solo pedimos para el día a día y es un pan comunitario. Como dice Éxodo 16, 17 es el pan que se necesita cada día, unos recogieron más otros menos, pero a nadie le falto. Sabiduría 16,20-26 nos recuerda que este pan se desea y pasa de ser pan material a ser pan Palabra.
El cristiano piensa en los otros, el que pide se identifica con las necesidades de la iglesia y de la nación. La oración no es individual, es comunitaria.
Elementos
para meditar:
ü
¿Qué
incidencia tiene el pronunciar la Oración del Señor en mi vida cotidiana?
ü
¿Cómo
leeríamos el Padre Nuestro en nuestra comunidad de fe?
ü
¿Qué
nos exige orar personal y comunitariamente cada día y varias veces al día esta oración?
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