Leamos con mucha atención el texto del Génesis 9,8-15
8 Dios dijo a Noé y a
sus hijos: 9 –Yo hago MI alianza con ustedes y con sus
descendientes, 10 con todos los animales que los acompañaron:
aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la
tierra.
11 Hago MI alianza con ustedes: El diluvio no
volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio que destruya la tierra. 12 Y Dios añadió: –Ésta
es la señal
de la alianza que hago con ustedes y con todos los seres
vivientes que viven con ustedes, para todas las edades:13 Pondré MI arco en el cielo, como señal de alianza
con la tierra. 14 Cuando yo envíe nubes sobre la tierra, aparecerá
en las nubes el arco, 15 y recordaré MI alianza
con ustedes y con todos los animales, y el diluvio no volverá a
destruir los vivientes. 16 Saldrá el
arco en las nubes, y al verlo recordaré la alianza perpetua: Alianza de Dios con todos los seres vivos, con todo lo que vive
en la tierra. 17 Dios dijo a Noé: –Ésta
es la señal de la alianza que hago con todo lo que vive en
la tierra.
Remarquemos la palabra alianza,
una de las más repetidas en la Biblia y en este pasaje. Aparece tres veces
precedida de un posesivo: mi alianza.
Si nos fijamos bien en este texto no se habla de la alianza de la otra parte.
Casi siempre cuando hablamos de alianza viene a nosotros la
idea de un pacto bilateral, dos que se comprometen. Observando el texto del
Génesis vemos que es más bien un acto unilateral, es Dios quien hace alianza, es su alianza.
En el antiguo Oriente los soberanos hacían alianza, sus
alianzas, en la que se comprometían sus vasallos a seguir ciertas reglas en favor
del soberano.
La alianza entre Dios y nosotros no tiene analogías. Dios
hace y redacta su alianza, da los signos de su alianza, estipula como ha de ser
su alianza pero en fin de cuentas en esa alianza quien sale comprometido es
únicamente él, y todo a favor de la otra parte.
Dios hace su alianza, pone los signos para que él mismo se
recuerde. Y la extiende a todos los seres vivientes. Nuestro Dios es un Dios que no pide nada a cambio, no pide
sacrificios para recordar sus propósitos, su amor y su misericordia son
gratuitos.
Continuando
con Mc 1,12-15, encontramos
un texto en el que Jesús nos pone de presente que tenemos una responsabilidad
frente a un Dios que es ante todo Padre, es un débito para corresponder a la
Alianza de Dios, sintiéndonos también garantes y haciéndolo de manera
voluntaria.
12 Inmediatamente el
Espíritu lo llevó al desierto, 13 donde pasó cuarenta días y
fue tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles le servían. 14 Cuando arrestaron a
Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. 15
Decía: —Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Arrepiéntanse y
Crean en la Buena Noticia.
Vivir con fieras
y ángeles a su servicio, dos fuerzas una salvaje y otra angelical, una
fuerza bruta y otra más suave. Podríamos leerlo como la capacidad de Jesús para
mantener el equilibrio en su existencia. De aquí surge la fortaleza para
iniciar su misión de predicación con un doble llamado: arrepentimiento y fe.
Dos actitudes
presentes en Jesús. El arrepentimiento, bíblicamente la techouvá, es la capacidad para retornar, para entrar dentro de sí y
optar por caminar con Dios. Y creer en la Buena Noticia es la consciencia clara
que el pertenecer al Reino de Dios es la mejor de las opciones que podamos
hacer.
Jesús pone de
presente que para acoger la Alianza que Dios quiere hacer con nosotros y
vivirla en plenitud lo único que debemos hacer es retornar al Padre y creer en
quien anuncia la Buena Nueva: Jesús el Mesías.
Para la
reflexión:
& Dios quiere
hacer alianza conmigo. ¿Cómo me siento frente a esta invitación?
& Aunque El no
me pida nada a cambio, ¿Cómo respondo?
& ¿Somos
conscientes de nuestras fieras y nuestros ángeles para equilibrar nuestra
existencia?
& ¿Qué
significa para mí iniciar este tiempo de Cuaresma retornando en mi mismo y
creyendo en la Buena Nueva del mensaje de Jesús?